La banca española acelera la emisión de tarjetas de crédito
10 de Octubre, 2014 - España
La confianza en la reactivación económica y la convicción de que el pico en impagos queda atrás, ha devuelto el protagonismo a las tarjetas de crédito.
La banca española alimenta con fuerza la emisión de un tipo de dinero plástico que resulta entre tres y cinco veces más rentable que las tarjetas a débito, aún cuando estas últimas habían ganado espacio durante la crisis entre los consumidores para controlar mejor los gastos.
Con el revés económico se impuso la racionalización de un parque magnificado por la competencia de bancos y cajas, que llegaron a regalarlas de manera profusa para fidelizar clientes. De la mano de agresivas campañas para incentivar su uso, que devengaban puntos redimibles por regalos o aplicaban descuentos en tiendas, gasolineras, viajes, etc; se alcanzaron las 76 millones de unidades en circulación, a razón de 1,7 tarjetas por habitante.
Las estrecheces económicas impuesto por la recesión y el galopante paro rompen la tendencia. Muchos ciudadanos las cancelan para administrar mejor sus exprimidos presupuestos y la misma banca deja de enviar unidades no solicitadas cuando llegan al vencimiento, apabullada por la sangrante morosidad. Entre 2008 y junio del pasado año el censo disminuye así un 10,5% porque retiran 8,06 millones de tarjetas del mercado.
Los primeros indicios de haber superado la recesión y de estabilidad en los impagos cambian el ritmo. Y entre junio de 2013 y el pasado junio la banca da un giro en la oferta. En esos últimos doce meses, las entidades han metido en los bolsillos de sus clientes 2,71 millones de dispositivos nuevos que permiten financiar compras, al tiempo que retiraban 2,63 millones de aquellos que únicamente sirven para pagar si hay saldo suficiente en cuenta porque el cargo es instantáneo.
La racionalidad estratégica para el sector es evidente. Su cuota anual suele ser superior, aunque normalmente se expiden de forma gratuita porque el negocio está en que se utilicen. Cada vez que el titular tira de la línea de financiación para comprar a plazos asume el recargo de un tipo de interés que fácilmente oscila entre el 9 y 20%.
Los comercios sufragan además una comisión de mayor importe si aceptan un pago financiado, al estar presente para su banco el riesgo de morosidad. Si bien este último ingreso sufre un dramático ajuste con la reciente decisión del Gobierno de limitar al 0,3% las tasas de intercambio en pagos a crédito y al 0,2 si se produce en la modalidad de débito (antes de la ley, la comisión media era del 0,70).
La posibilidad de mayor facturación (cuota superior, posible interés si financia y tarifa en tienda) volcó a la banca hace años en esta apuesta. Sin embargo, la crisis se había dejado notar en los hábitos de consumo y los ciudadanos incrementaron en los últimos años el recurso al débito a ritmos del 4% mientras se constreñía el otro pago para controlar gastos.
En la crisis triunfó el débito
El cambio de timón, al menos en el número de unidades en circulación, afianza las posibilidades del plástico a crédito. Si en el año 2000, apenas representaba un 35% de los 45,80 millones de tarjetas emitidas; ahora suponen un 63,36% de los 68,43 millones existentes, de acuerdo a las estadísticas del Banco de España.
La apuesta por el pago móvil facilita su expansión con las voluminosas emisiones de tarjetas que permiten el pago sin contacto (contacless) lanzadas en los últimos meses por las grandes entidades. Y el uso latente va a más, al ser el medio predominante en las transacciones online e incluso en tiendas físicas, mientras que la tarjeta de débito suele triunfar en cajeros.
Fuente: El Economista, España
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