Hace décadas, parecía una locura pensar que una tarjeta pudiese sustituir al dinero en efectivo en nuestras compras del día a día. Si nos remontamos a cinco años atrás, sonaba a ciencia ficción poder pagar en un establecimiento acercando la cartera (con una tarjeta con tecnología contactless dentro) al datáfono. Y no les digo nada si hace dos años alguien hubiese dicho que los pagos del futuro –del presente ya en programas piloto– se harían a través de un selfie o de nuestra huella dactilar (tecnología que permite la biometría).
En las compañías abogamos por lograr una sociedad sin efectivo, donde todas las transacciones se hagan a través de pagos electrónicos, bien sean tarjetas, smartphones o cualquier aparato que tenga conexión a internet. Pero el éxito de estos pagos reside, además de ajustarse a las nuevas demandas de la sociedad, en garantizar su seguridad y fiabilidad por encima de todas las cosas. Por ello, tenemos muy claro que debemos ser capaces de trasladar los mismos estándares de seguridad con que contamos en el mundo físico al digital, o incluso mejorarlos. Y que sin esa primera premisa no seremos capaces de llegar a esa ansiada sociedad, donde los pagos sean más ágiles, transparentes y, por supuesto, más seguros.
Uno de estos avances, el pago contactless, que ofrece una experiencia de pago más rápida y segura, es ya una realidad. En el caso de las tarjetas, smartphones o wearables con tecnología NFC (near field communication, por su denominación en inglés) –y que contengan los datos de la tarjeta en la memoria– solo hay que acercarlos al TPV (terminal punto de venta) e introducir el PIN si el importe es superior a 20 euros. De hecho, en España somos uno de los líderes en este pago, ya que uno de cada tres titulares posee esta tecnología, pudiendo pagar en casi la mitad de todos los terminales (TPV) ya adaptados que hay en nuestra geografía. Y no solo podemos estar orgullosos en términos de aceptación, sino también en uso. Además, en el segundo trimestre de este año se han incrementado un 38% las operaciones contactless y un 39% el gasto total realizado en ellas. Asimismo, la rapidez en el pago es otra de las ventajas que también aprecian los comerciantes, al evitar las molestas colas que a veces se generan en los establecimientos. Se trata, por tanto, de otro paso más hacia la digitalización de los medios de pago y hacia una seguridad cada vez más omnipresente en todos los procesos del pago.
En este sentido, una de las últimas innovaciones que revolucionará este campo es el reconocimiento facial como credencial para el pago que comentaba antes. Por ahora, se trata de un programa piloto que se está desarrollando en Estados Unidos y Holanda, pero que de un tiempo a esta parte supondrá un cambio sustancial en el modo en que realizamos nuestras transacciones del día a día, ya que una vez se acerque la tarjeta al datáfono o se introduzcan los datos de pago online y confirmemos la cantidad a pagar a través de la app de nuestro móvil tendremos que elegir si preferimos identificarnos a través de nuestra huella dactilar o por reconocimiento facial.
En el segundo caso, deberemos colocar la cámara interna de nuestro móvil a la altura de nuestra cabeza y pestañear cuando nos lo pida la aplicación. Una vez se ha confirmado que somos nosotros, el cobro se llevará a cabo. En definitiva, caminamos a paso firme y sin descanso hacia una mayor seguridad en los medios de pago que se lo pongan más difícil a defraudadores y ladrones que quieran cometer actos delictivos, a la vez que se lo ponemos más fácil a los consumidores, que pueden tener un control más rápido y directo de sus gastos, y a los comercios, con sistemas de pago más ágiles y eficaces. Aquí ganamos todos. Al menos, todos los que buscamos transparencia, seguridad y acabar con los robos y el fraude.