Hace años que los expertos anuncian la desaparición del cash, es decir, el dinero en efectivo. Ya no es una profecía. La profusión de medios de pago electrónicos ha crecido de forma tan avasalladora que los billetes y las monedas parecen tener los días contados.
Primero fueron las tarjetas electrónicas y luego el comercio online, donde los pagos son por transferencia o tarjeta, con lo que van eliminando parte de los pagos en dinero físico. Según el Banco de Inglaterra, los llamados pagos cashless ya han superado en Reino Unido los que se hacen con efectivo: hoy son el 52% del valor total y se espera que esa ratio baje al 34% en 2024.
La gran revolución llegará cuando se generalice el pago con teléfonos móviles en el punto de venta, lo que ya es posible con las últimas versiones del iPhone o el Samsung Galaxy, que vienen con aplicaciones para ese uso específico, al que los terminales POS están adaptándose rápidamente. Los Galaxy de Samsung combinan la tecnología NFC, que usa también el ApplePay del iPhone 6, con la MST, lo que eleva su uso hasta un total de 30 millones de puntos de venta en todo el mundo.
Según Deloitte, de momento solo el 7% de los usuarios de móviles en Europa los usan para pagar, pero en 2020 habrá 2.200 modelos de móviles con aplicaciones de NFC del tipo wave and pay, por lo que probablemente se convertirá en el estándar de la industria. Las tarjetas seguirán siendo utilizadas, pero solo para transacciones de mayor cuantía. La consultora Retail Banking Research estima que actualmente existen unos 12.000 millones de tarjetas de pago en el mundo, que fueron usadas en 2014 en 235.000 millones de transacciones por valor de 20 billones de dólares.
Los pagos en efectivo en Noruega y Suecia ya suponen menos del 6% de las transacciones. Pero en Estados Unidos todavía son el 47%. En Dinamarca el gobierno ha propuesto que la mayoría de los comercios dejen de aceptar dinero físico a partir de 2016. Los bancos centrales de EE UU, Reino Unido y Alemania, entre otros, también quieren acelerar el proceso. La Reserva Federal ha trazado en diversos informes una hoja de ruta para una sociedad cashless.
Mientras que las transacciones en efectivo no dejan rastro, en las que se hacen a través de tarjetas, online o móvil, todo queda registrado, lo que permite reducir la economía sumergida y el blanqueo de dinero de actividades ilícitas, además de los consiguientes ahorros en la fabricación de monedas y billetes. Otro beneficio paralelo será que los bancos centrales tendrán con ello una mejor información a la hora de diseñar sus políticas monetarias.
La paradoja es que cada vez hay más billetes y monedas en el sistema. Según un estudio de la ATM Industry Association sobre el crecimiento del dinero físico en circulación en 30 países, entre 2009 y 2013 la demanda en los cajeros automáticos creció casi al 9% anual. ¿Quiénes y qué están requiriendo más billetes? Hay varias explicaciones. Una de ellas es que las personas estarían guardando dinero en sus casas. Según el Banco de Inglaterra, el 10% de los billetes en Reino Unido están en domicilios particulares, probablemente en parte por el temor a las crisis bancarias.
Fuente: politicaexterior.com
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