Los sectores más afectados por el cierre de actividad han sido: turismo, hotelería y restaurantes y comida rápida. Las entidades del país más impactadas: Cancún, Acapulco y Puerto Vallarta.

 

Con las restricciones de movilidad y las medidas de distanciamiento social decretadas desde mediados de marzo para contener la pandemia en México, comenzó a reducirse el manejo de tarjetas de crédito y débito en el país en Terminales POS, advierte un análisis de los expertos del Banco de México, Gerardo Esquivel y Raymundo Campos.

 

Exponen que, a mediados de abril, se presentó la mayor caída en el uso de tarjetas de crédito en terminales POS de 40%, y de 20% en las de débito, lo que, estimaron, representa una pérdida de 1.7% del Producto Interno Bruto en un mes y de 2.6% del consumo privado. En el análisis, divulgado en la revista Nexos, explicaron que estos hallazgos son inciertos, pues no se sabe qué tanto cambiarán las preferencias de los consumidores después de este choque.

En el análisis, “Niveles y patrones de consumo en la era de Covid-19”, Esquivel puso de relieve que estos datos podrían estar señalando que “el peor mes para la actividad económica podría ser abril del 2020”, pero falta ver qué pasa en mayo, pues “la caída podría ser equivalente a la de abril”. Tras participar en un seminario, organizado por la Universidad de Harvard, puso de relieve que, en los cierres de actividades económicas en México, se han perdido 700,000 empleos. En seis semanas se han perdido los empleos que se destruyeron en nueve meses de la crisis mundial del 2008 al 2009, precisó. lo que “es muy dramático si tomamos en cuenta que no contamos con un seguro de desempleo”.

 

En el análisis de la revista Nexos, subrayan que el grado de afectación a la economía se puede medir por sectores o regiones. Por sectores es claro que los más afectados han sido el de turismo, hotelería y alimentos, pero preparados en restaurantes y comida rápida. Las entidades del país más impactadas, han sido Cancún, Acapulco, Puerto Vallarta y Los Cabos.

 

Fuente: El Economista